tercer ejercicio de notarias

El tercer ejercicio de las oposiciones a notarías

El artículo 16 del Reglamento Notarial establece en cuanto al tercer ejercicio:

“El tercer ejercicio consistirá en redactar, en el tiempo máximo de seis horas, un dictamen sobre un tema de Derecho Civil Español, Común y Foral, Derecho Mercantil, Derecho Hipotecario o Notarial, de entre los formulados por el tribunal reservadamente. Las cuestiones que se propongan en este ejercicio versarán sobre casos de derecho positivo”.

Tercer Ejercicio Justito

Para los profanos conviene distinguir el supuesto de hecho que es el “caso práctico” que por escrito te entrega el tribunal al comienzo del ejercicio y que puede contener o no preguntas concretas, del dictamen que es la opinión o juicio técnico o pericial que se emite sobre ese supuesto de hecho. Suele o solía terminarse con aquello de “este es mi dictamen que someto a otro mejor fundado” o algo así. No sé si llegué a escribir esto en alguno de mis tres dictámenes “oficiales”. Tal vez haya posibilidad de solicitar a la Dirección General de los Registros y del Notariado que me deje echarles un vistazo, o, casi mejor, le solicito que les peguen fuego a los dos primeros y que tengan a bien expedirme copia del tercero.

Abundan los manuales y escritos, los consejos y recomendaciones sobre cómo hacer un dictamen. Marcos Serrano menciona aquí los que yo ya conocía y alguno más. A ellos debo añadir al maestro Diez-Picazo y su obra “Dictámenes Jurídicos”. Leer a Diez-Picazo fue la primera recomendación que me hizo mi preparador para hacer un dictamen. Con todo mi respeto al maestro y a mi querido preparador, y partiendo de la base de que yo debo ser muy burro, prescindid de Diez-Picazo y acudid a las fuentes que cita Marcos Serrano. Después que cada uno saque sus conclusiones.

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En mis posts sobre “El primer número de protocolo”, Episodios II y III trataba el tema del dictamen, pero me limité a copiar lo que dije en aquella acta de manifestaciones por mí y ante mí que constituyó mi primer instrumento público y que reproduje en cuatro entregas.

Quiero ahora escarbar un poco en mi memoria y desarrollar lo que dije en aquel momento que fue esto:

Primer suspenso en un dictamen

“El suspenso en el tercer ejercicio fue merecido pero durísimo, mucho más duro que el de la siguiente convocatoria en Barcelona. En mi tribunal (eran tres) solo sobraban tres personas. Una de ellas fui yo. Esperar una llamada para saber si por fin eres o no eres notario es el peor momento de la oposición. Solo los opositores que hemos suspendido un dictamen lo sabemos. Sobre suspender sobrando tres en un dictamen de notarías, solo sabemos unos pocos. Nunca se me olvidarán los detalles, sentimientos y sensaciones de aquellos momentos. Tampoco olvidaré nunca que en esos malos momentos estuve bien acompañado. Aquella noche en que me comunicaron mi primer suspenso en un dictamen mi hermano mayor vino a casa e intentó hacerme ver que “había vida tras la oposición”, pero yo tenía claro que iba a seguir, que si había superado MIS CRISIS tenía que volver a estudiar y empezar desde cero otra vez”.

Segundo suspenso en el tercer ejercicio

“Y así lo hice…

En mayo de dos mil, por tercera vez y en Barcelona, me examiné del primer ejercicio. Volví a aprobar, pero lo hice con una buena nota (5,90) y conseguí reserva para la siguiente oposición.

En el dictamen volví a suspender. El mundo se nos vino abajo, pero no fue tan duro como la primera vez gracias a la doble reserva. Superado el golpe había que reorganizar la preparación aunque no sabíamos cómo.

Gracias a mis cuñados de Valencia contacté con Eduardo Llagaria y me uní a su grupo de preparación de dictámenes. Los meses que pasé en Valencia fueron divertidos y muy provechosos. Terminadas las clases con Eduardo empecé a trabajar con las dos personas que a la postre más me han ayudado en la preparación del dictamen: José Luis Navarro Comín y Sergio García-Rosado Cutillas. Con ellos me fui a vivir a Madrid durante seis meses en los que nos preparamos intensamente. La preparación ha sido provechosa y los tres somos notarios. Este triple aprobado ha supuesto una enorme alegría, ya que si alguno hubiera suspendido la inmensa felicidad que nos suponía aprobar no hubiera sido la misma. Quiero añadir que los últimos trece meses de oposición han sido los mejores; he conocido a mucha gente, he hecho buenos amigos, he aprendido mucho, y me han servido para que, en parte, olvidara lo amargo de los casi once años anteriores de oposición. Esta última fase de la oposición no ha sido un camino de rosas, pues probablemente han sido los meses en los que he sentido de manera más intensa el miedo al suspenso, ya que este me hubiera abocado de manera definitiva al abandono de la oposición”.

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Al contrario de lo que pudiera parecer, yo empecé pronto a hacer dictámenes. A esos primeros casos prácticos, mi preparador los llamaba “Dictámenes Abreviados”. Mi estilo dejaba mucho que desear, mucha paja explicativa de lo que era cada figura que me topaba en el supuesto, mucho dar por sentado que todos los requisitos se habían cumplido haciendo suposiciones que me sacaban del supuesto planteado, convirtiéndome en un globo que se deshinchaba cuando llegaba el momento de emitir opinión o juicio técnico sobre los problemas que se planteaban ya hubiera o no preguntas concretas a contestar. En realidad tardé mucho, pero mucho tiempo, demasiado, en aprender y ser capaz de descubrir los problemas que se escondían en los supuestos de hecho.

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Más adelante empezamos con los supuestos de hecho “de verdad”, Unos eran “inventados” por mi preparador u otros preparadores, otros eran supuestos “reales” de oposiciones ya celebradas. No sé si siguen enviándolos, pero las gestorías Calvo, Paniagua (ya desaparecida) y Herrero&Gutiérrez disponían de cuadernillos con los supuestos de hecho planteados en las oposiciones desde hace décadas. Los supuestos de hecho tienen título como el de “Arturo y Beatriz”, el de “Don Toribio Degradable” o el de “La Fiesta de la Colación o Valladolid 1954”. Algunos son célebres, pero yo ya casi no me acuerdo de ninguno.

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En estos dictámenes “de verdad” seguí haciendo de las mías. No daba pie con bola. Mi preparador me echó más de una regañina por lo que parecía ser una falta de seriedad o desinterés.

Tras el suspenso en el segundo ejercicio de la primera convocatoria a la que me presenté, me sumí en una profunda crisis. De ella hablo en el Episodio I de “El primer número de protocolo”. El dictamen pasó a segundo plano. Pasó otra convocatoria (la de Sevilla) a la que no tuve fuerzas para presentarme y el dictamen continuó aparcado. Llegó la tercera convocatoria y ¡ahí va¡ me planto en el dictamen, pero el tercer ejercicio se celebró a los pocos días de examinarme del segundo ejercicio y poco pude hacer.

El examen, si no recuerdo mal, se celebró en la Escuela de Ingenieros Navales de Madrid. Solo guardo unos recuerdos borrosos de las seis horas que dura el ejercicio, pero me acuerdo bien de lo mal que lo pasé leyendo unos días después ante el Tribunal. Salí con los ojos rojos como un vampiro, debió de ser por la tensión que pasé. En aquella oposición, la primera con tres tribunales, solo sobraban tres opositores. Había treinta plazas y quedábamos treinta y tres. A pesar de mis malas vibraciones, de lo mal que lo había hecho, confiaba y así lo decía a todos en que “seguro que habrá tres más burros que yo”. Pues no, nos lo hubo y suspendí. No creo que el que salvara su pellejo en el puesto treinta de aquel tribunal lo hubiera hecho mucho mejor que los tres que suspendimos, pero lo cierto es que mi dictamen era un desastre y no merecía aprobar.

De este primer suspenso en el dictamen surgió la “estrecha” relación que me une a Carlos Sáinz y Luis Moya. En aquellos días Sáinz y Moya perdieron el Mundial de Rallyes en la última recta de la última carrera. “Carlos, por Dios, arranca” fue lo que le decía Moya a Sáinz. Todo el mundo en aquellas fechas me decía: ¡te ha pasado lo mismo que a Carlos Sáinz¡

En la cuarta convocatoria, mi preparador consideró conveniente que hiciera dictámenes con otros preparadores y así lo hice. Me incorporé a un grupo de otros seis compañeros que llevaban tiempo haciendo dictamen juntos y con el mismo preparador. La relación con los compañeros fue fantástica pero no cogí el ritmo del grupo en ningún momento. Mejoré pero no lo suficiente y volví a suspender. De aquel grupo aprobaron cinco en aquella convocatoria y los otros dos aprobamos en la siguiente.

Tengo más recuerdos de este segundo tercer ejercicio. Fue en una sala muy grande de un ¿palacio de congresos? Nos situaron por orden alfabético. Había “avituallamiento” y se podía salir a comer y beber los tentempiés que había dispuesto la “organización”. Se podía ir al baño y fui, por el camino me cruce con algún compañero que también iba o volvía con cara de circunstancias. Mis sensaciones en el examen fueron más bien malas, pero en algún momento llegué a pensar “estoy machacando”. Mi compadre José Luis se reirá al leerlo, porque conoce perfectamente la anécdota, pero así fue. Me equivocaba no estaba machacando nada. No recuerdo cuantos “sobrábamos” en aquella convocatoria, unos cuantos más que en la otra, pero volví a suspender.

El tribunal me explicó a través de mi preparador, que les consultó, que mi dictamen no era uno de los suspensos más claros, pero que si que era un claro suspenso.

De la lectura no recuerdo tampoco gran cosa, pero no lo pasé tan mal como la primera vez, principalmente porque tenía casi seguro obtener doble reserva. Si se tenía o no doble reserva no se sabía con seguridad hasta que todo terminaba y se hacían oficiales las medias y las listas de reserva del primero o del primero y el segundo. La doble reserva que explico aquí, era un sitúese en la casilla de salida sin pasar por la cárcel. Era la segunda oportunidad. Bueno, la tercera para mí.

En aquella convocatoria hubo nueve dobles reservas. Aprobamos ocho y el noveno aprobó en la siguiente convocatoria, tras volver a la casilla de salida y pasar por la cárcel, porque las reservas solo te daban una oportunidad para la convocatoria siguiente.

De aquellos nueve, siete dimos con nuestros huesos en la Academia de Madrid. Las otras dos compañeras preparaban en Zaragoza con Honorio Romero.

Antes de llegar a Madrid, pasé por el grupo de preparación de dictámenes de Eduardo Llagaria en Valencia. Eduardo consiguió hacerme aprender la técnica, a descubrir los problemas, a argumentarlos y a tomar decisiones. En aquel grupo estaban José Luis y Sergio, también dobles reservas. Mi gran suerte fue que estábamos en tribunales distintos. Ellos habían preparado siempre juntos pero acoger en su grupo a otra persona con doble reserva de su mismo tribunal hubiera resultado “complicado”. La rivalidad entre compañeros es palpable en mi opinión (y razonable) cuando llega el momento del dictamen, pero no éramos rivales en absoluto. La suerte del sorteo se puso a mi favor. Tuve fantásticos preparadores en Madrid y además dos compañeros excepcionales que completaron mi preparación. Suelen quitarse méritos y atribuirme algunos a mí, pero yo tengo claro lo que ellos dos han sido para mí.

En Madrid vivimos en la Residencia León XIII. Es una residencia solo para opositores, en masculino. Yo ya estaba casado cuando fui allí. Las habitaciones eran como de novicio, con mobiliario de los años 50, las camas diminutas y los colchones insufribles. El rancho era eso, un rancho. Un día había estofado de ternera y tortilla, al siguiente revuelto del chef y al tercero croquetas. Con el paso de las semanas (estuvimos seis meses allí), empezamos a comer en otros sitios. Nuestro lugar favorito era la Escuela de Aeronáuticos que estaba muy cerca del León XIII. A pesar de todo, a ratos, nos lo pasábamos bien y nos reíamos bastante. Sergio y yo estudiábamos de día y José Luis era principalmente noctámbulo.

Los tres éramos fumadores (y ahora ex fumadores). Yo tenía bastante preocupación por no poder fumar durante las seis horas de examen. No recuerdo si se pudo o no en las dos veces anteriores, pero supongo que sí y que tal vez en esta ocasión se estuviera hablando de que no se podría hacerlo. Así que, ¡también nos preparamos por si no podíamos fumar en el examen¡ En la residencia sí que se podía fumar e hicimos dictámenes de seis horas, cada uno en su habitación, sin fumar, para ver si éramos capaces de aguantar. Claro que lo éramos. Al final se pudo fumar. Nos pusieron en las últimas filas a los que pocos que necesitábamos fumar y se resolvió de ese modo la cuestión. Después de todo no recuerdo si fumé mucho, poco o nada. Supongo que actualmente no se podrá hacerlo.

En aquellas simulaciones libres de humo, surgió la “Historia de la traditiooooo”. Sergio y José Luis siempre terminaban antes que yo de hacer el dictamen y se acercaban a mi puerta, que yo tenía cerrada con llave y susurraban…la traditiiiiooooooo y me metían papeles por debajo de la puerta con mensajes “desequilibrantes”. Hasta para esas contingencias estaba ya entrenado en esta convocatoria.

No recuerdo donde se celebró el examen. Tal vez era la Facultad de Derecho de la Autónoma. En esta ocasión todo fue distinto, aunque tuve un mal momento en el que me atasqué con algún problema en el que no veía por donde salir. Probablemente eso le pasó al doble reserva que suspendió, que se atascó y no fue capaz de desatascarse o de terminar. En uno de los paseos por la sala, Luis Rueda, que era el presidente de mi Tribunal me dijo “esto está tirado para un veterano como usted”. Sonreí, pero las gafas hasta se me empañaban de los sudores que pasaba por momentos.

A la salida me esperaban mi mujer, mi madre y mi hermana que ya era notario desde hacía tres convocatorias a pesar de ser menor que yo. Les pedí que nos marcháramos rápidamente de allí, no quería hablar con nadie, no quería ver a nadie. Eso las alarmó y les causó mala impresión. Pero mi impresión era buena; tenía la impresión de que esta vez iba a aprobar. No lo quieres decir muy alto, pero esa era la sensación. Las notas de los tribunales de José Luis y Sergio salieron antes que las mías y me animaron cuando por fin comentamos (no lo hicimos hasta ese momento) lo que habíamos puesto cada uno, pero el miedo persistía.

Todo acabó la tarde del 29 de Junio de 2002. Mi querido padre, también notario, estaba en Madrid. Fue al colegio y me llamó para darme la noticia: eres Notario.

Todos decimos que nos conformamos con ser los últimos, que el último de una oposición es el primero de la siguiente. Será verdad, pero ¿sabéis cual fue la primera pregunta que le hice a mi padre?: ¿en qué puesto me he quedado? Le pregunté eso. Con un par.

Después me instalé en una nube, en una nube de alivio. Una inmensa nube de alivio en la que aún vivo, aunque tiene dos agujeros por los que saco las piernas para así poder tener los pies en el suelo.

Suerte y ánimo a todos los opositores, especialmente para aquellos que se han quedado por el camino y especialmente a los que se han quedado en el dictamen en la última convocatoria de Madrid.

Tengo algunos post más sobre dictamen: Dictamen para dummies y Cómo hacer dictamen, son los más visitados.

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Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario




 

3 comentarios

  1. Me encanta tu blog (lo leo desde principios de este año), y disfruto de cada entrada. Me ha encantado la de las libretas, y relacionado con esta quería preguntarte un par de cosas, en relación a su vez con la oposición prima hermana registros.

    ¿Sabes si el dictamen de registros es parecido? o sabes ¿si es más o menos difícil? (En la pagina de registradores y notarios está subido el dictamen de registros de 2016, no se si lo habrás visto.)

    Me provoca curiosidad el hecho de que todos los libros de dictámenes de una de las gestorías que mencionas en el blog son para notarías. ¿Por qué hay tanto secretismo con registros?

    Y por último, aunque no tiene que ver con el dictamen, y se que tú aconsejas siempre prepararse notarías, a parte de por el menor número de plazas, ¿te parece más difícil esa oposición?. Me gustaría saber tu opinión personal.

    Muchas gracias,

    Esperaré con ganas las próximas entradas. De alguna manera siento que me alimento de cada una de ellas, por decirlo de alguna manera.

    Un abrazo

    • Hola Adrián:
      Me gusta tu dirección de mail. Muy buena. Hay que darse ánimos, ¡claro que sí¡
      Gracias por tus palabras. Me animan a seguir en esta línea, porque veo que os ayuda a muchos opositores.
      No sé casi nada (por no decir directamente que no sé nada) del dictamen de Registros, pero sin duda será igual de difícil. No sé porqué no se publican dictámenes de Registros (ni siquiera tengo claro que sea como tú dices), así que no sé si es cierto que existe algún secretismo (aunque diría que no). Intentaré enterarme.
      Aconsejo preparar notarías porque soy notario. Si fuera registrador, probablemente haría lo contrario, pero no lo soy y siempre he querido ser notario. Me parece que hacemos una actividad en contacto con el público, que es más creativa, menos encorsetada, más en contacto con la realidad, en fin, mucho más gratificante.
      No me parece más difícil, me parece igual de difícil que registros. Todo es cuestión de ratio entre firmantes y plazas.
      Otra vez gracias por tus palabras. No sabéis cuanto las agradezco viniendo de los opositores. Ánimo y un abrazo. Justito El Notario.

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    • Me dice mi registrador de cabecera lo siguiente:
      “El dictamen de registros consiste en la calificación de un documento que se nos presenta junto con el historial registral. Deben distinguirse los defectos de lo que son meramente observaciones o cuestiones que no impiden la inscripción. En cuanto a la dificultad entiendo que será igual que la del de notarías. Se queda fuera bastante gente en el tercero de registros. No tengo tan claro que las gestorías no tengan un recopilatorio de casos prácticos, habría que llamar y preguntar. Yo sé que a mí me han mandado cuando lo he pedido el caso práctico y la corrección del mismo por el tribunal”.
      Me llama la atención que haya una corrección del tribunal. Muy interesante.
      Saludos, Justito El Notario.

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