Parador de Monforte de Lemos

Desde su atalaya, el Parador de Monforte se erige vigilante de la Terra de Lemos sobre la que tiene magníficas vistas.

Parador monforte

Te alojes o no en el Parador, es indispensable en Monforte visitar el conjunto histórico-artístico (Monasterio-Iglesia-Torre del Homenaje y Palacio) que alberga y rodea al Parador, así como los Escolapios (El Escorial gallego, le dicen), el Puente Romano, la zona del río Cabe y las Clarisas.

Monforte es un buen cuartel general para visitar los Cañones del Sil (bajos de agua por obras en aquel momento de nuestra visita), Lugo y Ourense.

Parador monforte

Centrándonos en el Parador, hay que destacar la excelente decoración que cuida todos los detalles, la amplitud y vistas de las habitaciones, lo novedoso de las mismas (se salen de la línea general de tantos Paradores, aunque cada vez de menos), el pequeño pero agradable jacuzzi (en el que pasamos un buen rato con los niños), el gimnasio, la piscina (que tal vez no aproveche al máximo sol que escasea a veces por estas tierras) y el ambiente relajado y tranquilo del conjunto, especialmente el del claustro; solo me quejo de los baños algo pequeños y bastante corrientes. No es la primera vez que me pasa en un Parador recientemente inaugurado o reformado y ello a pesar de la suficiente amplitud de las habitaciones.

Parador monforte

Me parece uno de los mejores Paradores que ha visitado y repetiré cuando haya ocasión. O mejor, me iré al de Santo Estevo que está muy cerca, aunque algo perdido de la mano de Dios, y si puede ser con mis amigos El Señor de Cuenca, Rosa Palo y Peter El Panda. Si a Rosa Palo no le da otra pájara por aquellas tortuosas carreteras.

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Del Parador a La Polar

Toma el nombre este local, según me explico su actual propietario, de una cerveza venezolana. El fundador del local estuvo allí emigrado o era oriundo de allí (no recuerdo exactamente) y con morriña de su cerveza de tanto tiempo, le puso Polar a su negocio.

Situado en una concurrida calle salón, puedes comer en la terraza exterior (si el tiempo lo permite), en la zona de barra y cafetería o en el laberíntico comedor.

Tanto el dueño, que nos ubicó y nos despidió, como el camarero que nos atendió (que parecía el mismísimo hermano de Tip-Luis Sánchez Polack) eran unos auténticos profesionales: ¡hasta nos compramos una caja del vino con el que cenamos¡ Me ha costado recordarlo pero se trataba de Guímaro, tinto de uva mencía de la Ribeira Sacra.

La carta era un verdadero desbarajuste, un remiendo de sobre-impresiones en plan casero de la que uno sacaba la conclusión de que pidiese lo que pidiese habría que añadir dos vieiras en plan Groucho Marx en “Una noche en la Ópera” (¡y dos huevos duros¡).

En ese “desbarajuste” acabamos pidiendo desde caldo gallego (con judías, como el de mi madre) hasta pizza, pasando por unos espagueti para los niños y un entrecot.

Tienen casi de todo, un ambiente distendido y precios asequibles de los tiempos de la peseta. Actualmente su eslogan es “Calidad excelente. Precio milagroso”. No hace falta decir más.

No es ni mucho menos alta cocina, pero hay variedad y calidad suficiente para repetir si te encuentras por allí, sin estresar el bolsillo y quedando completamente satisfecho, porque las raciones son de las de antes.

Sin duda recomiendo Restaurante Polar para comer copiosamente en plan sencillo y en un ambiente agradable. Enhorabuena por el saber hacer. Como dice mi amigo El Señor de Cuenca, “con la simpatía ya se tiene mucho ganado”.

Por cierto, no pedimos vieiras.

Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario




 

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