el estado infeliz del opositor

“El estado más INFELIZ del hombre”

Al igual que tengo dos posts antitéticos que se titulan “De mayor quiero ser Notario” y “De mayor no quiero ser Notario”, creo que le voy a hacer hoy su antítesis a “El estado más feliz del hombre”.

Y es que los que suspendíamos también procurábamos, aunque fuera sumidos en la infelicidad y en las secuelas y traumas del suspenso, hacer algo que nos ayudara a olvidar el desastre y a pasar el momento lo mejor (¿lo menos mal?) posible. Que ahora recuerde tras mis suspensos que me obligaban a resetearme y ha recomenzar el estudio, hice algún viaje con mi novia y también con algún amigo cuando mi novia, luego mujer, no podía acompañarme. Estuve con Javipe en Puente Viesgo, con Luis en Santa Cruz de Mudela (en ambos casos en sus respectivos balnearios), hice una ruta por el Camino de Santiago en un Supercinco Rojo de mi hermana (en este caso con mi novia) y pasé unos días (también con ella) en la preciosa isla de La Palma (fue estando allí, cuando Eduardo Llagaria se me puso a tiro y yo estaba tan desquiciado que casi le dejo escapar … ¡menos mal que no lo hice¡). No sé si me olvido de alguno de aquellos viajes que eran raros, raros, raros, tristes, desangelados, melancólicos … Tu cabeza era un hervidero de tristeza, de sentimientos negativos y de dudas, con unas gotitas de ánimo según el momento y las circunstancias de cada suspenso, pero habiendo decidido volver a la casilla de salida procurabas relajarte, olvidar y recomponerte.

Que no olviden los que han aprobado hace poco, que sus compañeros hasta entonces puede que lo sean otra vez (en realidad lo deberían seguir siendo de algún modo) dentro de uno, de tres o de cinco años y que andan arrastrando su infelicidad por el mundo, mientras ellos disfrutan a tope (con todo derecho) de su momento. Tras mi segundo suspenso en un dictamen y tras mi aprobado, tengo a gala haber visitado a dos compañeros con los que no tenía demasiado trato para animarles a que siguieran. Lo hicieron y los dos acabaron siendo Notarios. Siempre hay algo que podemos hacer por ellos.

Recomponerse y volver a estudiar

De recomponerse era de lo que hoy, en parte, quería hablar. De cómo uno es capaz de afrontar un suspenso y volver disciplinado y con fuerzas redobladas (es un decir, porque a veces ya casi no quedan) a estudiar.

Los que aprobaron a la primera, no saben lo que cuesta volver a estudiar tras el suspenso. Cuanto más cerca pudieras estar del aprobado final, más aún. No es lo mismo suspender en el primero, que en el segundo, que en el tercero. No es lo mismo suspender por primera vez, que por segunda, que por tercera, que por cuarta …

Yo en esto de recomponerme fui siempre igual de complicado. Me costaba horrores recuperar mi ritmo de estudio y más aún mis ánimos. Si ya un lunes de cualquiera de las cerca de 600 semanas que fui opositor, me costaba ponerme a estudiar; si volver a estudiar después de unas vacaciones era un poema, es fácil imaginar lo que fue volver a estudiar tras suspender el segundo en la primera y el tercero en la segunda y en la tercera convocatoria a la que me presenté (bueno en esta no tanto, gracias a la doble reserva), y más habiendo desperdiciado una convocatoria entre medias de la primera y la segunda. Fue una convocatoria a la que me fue imposible presentarme por hundimiento moral absoluto.

Opositores al límite (de lo infeliz)

Si en general es difícil recomponer la goma que se ha roto de tanto estirarla, más lo será cuando hablamos de opositores al límite por razón principalmente de su edad. Son opositores que ya no pueden más (habría que decir que en muchos casos “ya no deberían seguir más”), de opositores que se debaten días, semanas y hasta meses entre continuar o no continuar con la preparación, entre darse un respiro, entre seguir o pasar a mejor vida “opositora”.

opositor infeliz

Llegado un momento determinado de la vida de un opositor, hay que plantearse cuales son los argumentos a valorar para decidir si uno puede (debe) o no puede (no debe) continuar:

  1. Salud física y psíquica. Teniendo en cuenta que el opositor es un hombre o mujer joven le doy más importancia a la segunda que a la primera, pues la primera la presupongo y la segunda “no tanto”.
  2. Tranquilidad económica. No se puede estudiar normalmente si uno es una carga excesiva para su familia o no tiene medios para sostener a la propia (si la tiene y hay quien la tiene).
  3. Expediente académico como opositor o trayectoria. Conozco a quienes tras años sin aprobar un solo ejercicio, aprobaron la oposición en una siguiente convocatoria y conozco todo lo contrario, es decir, quienes nunca aprueban nada o quienes siempre suspenden el segundo (o el tercero) o quienes van para atrás y no llegan al segundo cuando si lo hicieron en la anterior convocatoria, quienes no se presentan, luego se retiran, luego suspenden, luegon aprueba el primero, luego aprueban el primero y el segundo y, por fin, aprueban todo. La trayectoria es importante, muy importante. Pienso que la mía (si no cuento la crisis y mi “no presentado”) fue siempre al alza: suspenso en el segundo, suspenso en el tercero, suspenso en el tercero y aprobado final. Tal vez una trayectoria pueda determinar la validez para la empresa que llevamos entre manos.
  4. Relaciones familiares y de pareja. Que haya paz en la familia y que tengas una pareja que te comprenda y apoye (lo mejor es tener una pareja que oposite, no cabe duda) es fundamental. La pareja peligra con las oposiciones si se estas se alargan y pueden suponer un lastre para las intenciones de uno, aunque también es posible que sea todo lo contrario. Ya he contado que aunque siempre dije (a mi cuarto intento) que si volvía a suspender me lo dejaba, so pena de divorcio, que, tal vez, no lo hubiera hecho llegado el momento. En realidad no lo creo, un suspenso a la cuarta y por tercera vez en un dictamen hubiera supuesto el final. Creo que todo tiene un límite, la trayectoria es la trayectoria y la relación de pareja es muy determinante salvo que quieras amargar la vida a quien está a tu lado y siempre que al mismo tiempo seas capaz de no ser tú el amargado por no haber conseguido lo que deseabas alcanzar.
  5. Probabilidad de acceso al empleo con una edad límite. En este punto, no solo juega el opositor, su bagaje y su (generalmente) casi nula experiencia práctica. Aquí entran en juego la existencia o no de negocios y/o relaciones personales o familiares que puedan facilitar el acceso al empleo si la cosa termina en abandono. Yo tenía a mi padre para trabajar con él y la puerta de una notaría o en un registro son fáciles de abrir con el bagaje de un buen opositor, pero tal vez no sea lo que uno quiera o tal vez no le quieran a él … Recientemente he sabido de la frustación experimentada por una opositora que acaba de dejarse la oposición a la que en una entrevista de trabajo le decían que de qué sirve estudiar algo de memoria cuando lo puedes mirar en los libros, es decir, que de qué servía todo lo que se había metido entre pecho y espalda. ¡Que patanes¡
  6. Y facilidad para el ejercicio práctico. Puede que seamos buenos estudiando y no tanto con el dictamen. Valoremos esta circunstancia, pongámonos a prueba y no lo dejemos aparcado sobre todo cuando la convocatoria en curso podría ser nuestra última oportunidad.

Como decía hace no mucho un opositor veterano (al que no le falta, a ratos, el buen humor) hablando de este tema:

“Hay días que ya me ronda la idea de mi futuro profesional. Si esto no sale en la próxima hay que estar preparado para todo. Tengo que tener ingresos y cotizar a la Seguridad Social, realizarme profesionalmente, estar con la familia pero independizarme de ella, liberarme de la presión acumulada, al margen de no ver al preparador en una temporada. Ja, ja, ja”.

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Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario




 

2 comentarios

  1. Muy buen artículo. ¡Se lo paso a un compañero que le vendrá de perlas!

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