Visita a Cartagena

Comencemos por algunas visitas turísticas para que no parezca que solo hemos venido a Cartagena para comer y beber.

Museo Naval

El Museo Naval está ubicado en el puerto de Cartagena, en parte de lo que fue el CIM (Cuartel de Instrucción de Marinería) que comparte con la Universidad Politécnica de Cartagena, lindando al frente con el Mar Mediterráneo, a la derecha, entrando, con el edificio de la Autoridad Portuaria y el de Aduanas, a la izquierda, con la Base de Submarinos de la Armada y el Arsenal y al fondo, con el antiguo Cuartel de Bomberos. El entorno, la maravillosa ubicación, hacen indispensable (más bien inevitable) el paseo por la zona en una visita a la trimilenaria Cartagena. El Museo en si, no es nada del otro mundo, pero es gratis, se visita rápido, puede entretener a los niños (los nuestros prestaron poca atención, la verdad) y merece la pena. Así que agradable la visita y mejor aún el entorno.

Arqua, Museo Nacional de Arqueología Subacuática

Pocas ciudades españolas pueden presumir de tener un Museo Nacional. Cartagena es una de ellas con su Museo Nacional de Arqueología Subacuática. La edificación tiene una parte subterránea y otra en altura que se compone de dos cuerpos situados a escasa distancia el uno del otro. La parte subterránea alberga el museo. El museo resulta atractivo pero, a mi modo de ver, más para los niños que para los adultos. Teniendo en cuenta que alberga el tesoro del navío Nuestra Señora de las Mercedes, debería mostrarlo más de lo que lo hace. Se visita en poco tiempo y disponía (hace tiempo que no voy) de un interesante Restaurante. El entorno (puesto que se encuentra en la Marina de Cartagena) y la edificación, son un conjunto muy interesante, moderno pero sin estridencias, bien encajado en el entorno, con una buena combinación de cemento, hierro y cristal y con sus enormes letras de hierro forjado con el nombre del museo que bien merecen (al salir o antes de entrar) unas cuantas fotografías.

Castillo de la Concepción (“o de los patos”)

360 grados de vistas de Cartagena, incluidas las del Teatro Romano que uno podría dar casi por visitado una vez que lo haya admirado desde aquí. Al cerro donde se encuentra el Castillo de la Concepción “o de los patos” o Parque Torres se accede desde la Catedral de Santa María, desde la Plaza de San Ginés, desde la Calle Cuatro Santos, desde la Muralla del Mar y desde el ascensor panorámico. La visita es gratuita salvo que subas en el ascensor o entres al recinto del castillo lo que no me resulta indispensable. Lo indispensable es disfrutar las vistas de esta ciudad trimilenaria y de su bahía y puerto desde este mirador excepcional.

Mina Agrupa Vicenta, La Unión

Reservé vía web unos días antes y nos presentamos en el Parque a la hora prefijada. Para empezar te proyectan un breve video sobre las minas de La Unión y luego te suben al trenecito que te lleva a la entrada. En total la visita dura casi dos horas, buena parte de las cuales se pasa en el interior de la mina. Los grupos son acompañados por un guía que hace muy bien su trabajo, da toda clase de explicaciones y conoce la materia. El Parque es visitable sin pagar entrada, la mina en cambio no. Con la entrada se ahorra uno la caminata de subida y bajada y puede entrar a la mina, pero es importante saber que puede uno ver mucho sin pagar y además hacer ejercicio mientras tanto. No hay muchas minas visitables y por eso esta visita es extraordinaria. No es peligroso y es para todos los públicos. Los niños disfrutaron un montón. Nos costó 61 Euros (hace un tiempo): 4 adultos, 2 niños de más de 5 años y 1 niño de menos de 5. Al salir compramos por 1 Euro unas piritas de recuerdo.

Playa de Calblanque

Calblanque es una playa virgen en un Parque Natural con acceso por caminos de tierra y piedras, transitables en coche sin gran dificultad. En verano el acceso está restringido a los vehículos y se accede en autobuses, creo que gratuitos, dispuestos por la “autoridad competente”. Es una playa fantástica con aguas limpias de color azul verdoso y arenas tostadas. No es una playa que se limpie regularmente como otras, por lo que todos debemos cuidarla especialmente, incluyendo a la citada “autoridad competente”. A veces hay más basura natural, llegada del mar o por tierra, de la que sería razonable y deseable y yo soy muy asquerosito en la playa para todo tipo de restos … Existe Calblanque y también existe Calnegre, así que cuidado con confundirse.

Restaurantes céntricos

Magoga

Sobre Magoga ya tenía escrito un post. Es este.

La Catedral

Ahora lo dudo, pero juraría, y así lo comentamos Pablo (el dueño) y yo hace tiempo, que tuve “el honor” de hacer la primera crítica para Tripadvisor de“La Catedral”. No ha sido el único caso. Llevábamos tiempo esperando este día y lo cogimos con ganas. Nos reunimos en la terraza del Bar Teatro Romano y mientras nos tomábamos unas cuantas cervezas y escuchábamos el buen sonido de una banda italiana venida a La Mar de Músicas, fuimos calentando motores para la cena. Al anochecer nos llegamos hasta La Catedral, junto al Teatro Romano y la Vieja Catedral de Santa María, que le ha dado nombre, en la Cuesta de la Baronesa que fue el epicentro de la noche cartagenera durante unos años y que ha recuperado parte de su antiguo ambiente. La edificación fue rehabilitada con mucho tiempo y esmero y cuenta con varias plantas dispuestas para comidas, cenas y copas. Nos habían preparado el comedor del aljibe (casi todo el mundo pasa a verlo y causa sensación) con una enorme mesa con sillas y mesas altas, sin manteles. Había mucha gente esa noche y nos advirtieron de que estaban a tope en el momento de nuestra llegada, pero lo cierto es que la cena fue fluida y no estuvimos para nada desatendidos por un servicio joven y con ganas. Teníamos un menú concertado en plan picoteo por 35 Euros. Empezamos con una ensalada, seguimos con un queso de rulo caliente, unos rollitos rellenos de morcilla, unos pinchos morunos muy sabrosos y terminamos, que ahora recuerde, con atún y entrecots troceados al centro. Los postres, a buen nivel, también fueron compartidos. La calidad-precio fue muy buena y las cantidades más que suficientes; hasta diría que sobró comida. Aparte de la cerveza, que se bebió en abundancia, tomamos un Ribera del Duero al que le sobraba temperatura. Tras aquella primera visita hace ya un tiempo, ha habido unas cuantas más.

La Marquesita

La Marquesita se encuentra en la Plaza de los Carros (Plaza Alcolea en el callejero oficial) y cuenta con agradable terraza (¡menudas hortensias y en Cartagena¡) y comedor interior. Hace pocos días, después de bastante tiempo sin ir, me he reencontrado con este restaurante y no volverá a pasar tanto tiempo sin que me pase por allí, porque salí muy a gusto. Atenta la propietaria (¿la marquesita?) y el servicio. Precio medio-alto. Buenos vinos (tomamos un Mauro crianza, perfecto de temperatura y conservación y a buen precio, para lo caro que suele ofrecerse). De entrantes, tomamos quisquilla cocida (de la mejor que he comido en los últimos tiempos), manitas de cerdo (delicatessen), tempura de verduras (muy rica), y, de platos principales, carrillera de ternera (se deshacía pero con una salsa demasiado contundente), canelones (muy buenos y con la misma salsa que la carrillera), cabrito lechal (no es mi debilidad) y bacalao (con gran aspecto, pero que no probé). Los postres estaban BUENÍSIMOS (sobre todo la melosa de trufa). Volveré pronto.

El Callejón de Cuqui

Lo de comer dos platos y postre ha pasado a la historia salvo que vayas de menú. Y casi que lo de comer un plato para ti solo. Ahora todo “se tiene” que compartir y, oigan, les digo que yo me quedo con hambre. Entre los que no quieren gastar, los que quieren adelgazar, los que piden “en su propio nombre y derecho” y “en representación del resto de la mesa” pensando en su hambre y en el tamaño de sus cuerpos y estómagos, lo cierto es que me pasa en bastantes ocasiones que yo hubiera pedido (y comido) más de lo que se pidió (y me comí). No nos fuimos mal ayer de “El Callejón de Cuqui” pero un poquito de ensalada de tomate y ventresca, un par de patatas “Macho”, una croquetita, un tapita de fritura y otra de pulpo, medio trozo de bacalao rebozado (buenísimo), la mitad de un volován de no sé que y un par de lascas de un lomo bajo de buey (más la tarta de cumpleaños), me supieron a poco y me hicieron pensar una vez más en aquello que decía Godofredo de Miramonte en Los Visitantes: “estas menudencias me han abierto el apetito, ¡que traigan los gansos, los capones y los jabalíes¡“. Y, ojo, que la cosa no es solo de los comensales, también es de los restaurantes (y no lo digo por Cuqui, que conste) que desde hace tiempo, a mi modo de ver, se aprovechan de la tendencia del “to share” y disminuyen las raciones y aumentan los precios. Es más, ayer mismo les parecía que habíamos pedido comida suficiente cuando yo no tenía nada claro que así fuera. Es lógico que sean prudentes y deben serlo, pero también es lógico que a veces yerren. Pues “¡pide lo que tú quieras¡” podrían decirme, pero no es tan fácil. Luego vendrían las contrapartidas: “¡que caro¡” o el “¿no ves?, al final ha sobrado comida”. En fin, abogo por el “not to share” y porque nos sigan quedando de Madrid para arriba, donde las cosas no son las mismas, y mi querido Portugal, donde quedarse con hambre es más difícil aunque sea a base de arroz, ensaladas, patatas fritas y ¡mucho cilantro¡

El Rincón de Miguel

Conozco a Miguel, aunque él a mi no, desde que trabajaba en el Mesón de Jesús de la Calle Mayor, un experimento que fracasó en Cartagena a pesar de lo bien que a Jesús siempre le ha ido bien en Murcia. En fin, esta Cartagena a veces es así. El Rincón de Miguel fue el Rincón de Pepe. Cambio de nombre y continuación de la línea del precursor. Que si cantonal, que si fronterizo, que si campero, que si buena hueva y almendras, y cada vez un poco más de repertorio hasta llegar a tener una respetable terraza (algo incómoda), mesas dentro y mesas en el comedor del sótano, extendiéndose cada vez más la carta, sin grandes pretensiones y con una buena calidad y preparación. El precio está bien, pero tampoco es una ganga. Solo me quejo del servicio que resulta en ocasiones más que displicente. Cuidado con el éxito …

Un restaurante en las afueras: Casa Beltrí

Lástima que no esté en el centro. Se encuentra en la planta baja de una antigua casa palaciega obra del arquitecto Víctor Beltrí que forma parte del Huerto de Los Bolos. He celebrado allí algún acontecimiento con amigos y en familia. Se mantienen las paredes, suelos y techos de la vieja casa y se ha modernizado toda la decoración. Dispone de un par de comedores de enormes ventanales y super luminosos con altos techos. Practican la cocina japonesa y la española y la fusión entre las dos, con un resultado satisfactorio. Nosotros nos inclinamos por los entrantes japoneses y terminamos con lomo alto de buey y lomo de atún. Los postres están espectaculares: el coulant, el mouse de mango o la sopa de chocolate blanco. De bodega nos inclinamos por un vino de la tierra. El servicio algo estresado. El menú de los niños hay que mejorarlo. Recomiendo al llegar una vuelta por el Huerto (id con tiempo) y al terminar hacerse un gintonic en la zona de terraza.

Restaurantes fuera de la ciudad

Restaurante en el Camping Naturista de El Portús

En el camping naturista de El Portús, hay un restaurante y lo lleva nuestro amigo Moncho. Yo no soy nudista, así que solo voy por allí en temporada baja en días de buen tiempo para pasar un buen rato con los colegas y disfrutar de sus fantásticas vistas mediterráneas. Del aperitivo a la comida, de la comida a la copa y, generalmente, de la primera copa a la segunda. Hemos hecho allí auténticos fiestones de los que mejor será no dar demasiados detalles. En temporada baja, los textiles molestamos poco (o nada) a los nudistas. Generalmente los nudistas que coinciden con nosotros son de los que no parecen tener el más mínimo problema aún existiendo gente vestida a su alrededor, pero por eso (para no interferir ni molestar) vamos solo cuando llega algo de fresco por estas tierras (a finales de Octubre, habitualmente) y desaparecemos hacía el mes de Abril. Precisamente hoy hemos estado pensado en ir. Así que lo primero que hay que saber es que se puede entrar vestido, aunque, por supuesto, hay gente desnuda, lo que para muchos representará un inconveniente. Lo segundo y lo recalco, es que hay unas vistas maravillosas de la costa cartagenera y un sol, en el interior o en la terraza, que es una maravilla durante todo el año, y, lo tercero,es que encima se come bien. En mi última visita comimos ensaladilla, salpicón, queso en aceite, tortitas de camarones, jamón, ventresca con pimiento piquillo y anchoas, secreto ibérico y delicias de pollo. También puedes encargarte un arroz. Moncho a menudo tiene uno de esos vinos cosecheros o de relación calidad/precio que a todos nos gusta descubrir. Encima tienen spa y piscina cubierta … ¿el paraiso en Cartagena? Por sus especiales características es un sitio en el que conviene reservar. Venga … podéis ir de mi parte.

La Tana (Cabo de Palos)

O La Tana o El Miramar, porque a El Pez Rojo lo tengo castigado. En el concurrido, al menos en fines de semana y vacaciones, Paseo de La Barra de Cabo de Palos hay dos posibles elecciones: La Tana o El Miramar. En el propio paseo y alrededores hay otros sitios (y la oferta ha cambiado en los últimos años). Yo he sido últimamente más del Miramar (al que voy a tomar el arroz perlines) pero La Tana es La Tana, y su caldero es de los mejores. El éxito les tiene un poco apalancados y “subiditos de tono y de moral” y eso no es bueno, pero así son las cosas para algunos. Así que caldero, arroces, pescados y mariscos, buenos pero caros. De postre el arrope y un asiático y a hacer la digestión. Estupendo sitio con gran ubicación. La terraza es una buena (aunque calurosa) opción.

Venta El Buen Descanso, Tallante

Supongo que “El Buen Descanso”surgió como una venta de carretera, un restaurante de pueblo, que por su buen hacer ha ido ganando categoría y clientela. Suele estar lleno y han tenido que hacer varias ampliaciones del local. En esa línea de la “venta” de toda la vida es posible comer en este sitio, buenos embutidos de la tierra con su pan de pueblo y unas buenas carnes, especialmente las asadas. También se atreven con otros platos más elaborados que hacen la oferta muy interesante. Me parece un sitio altamente recomendable para una comida típica de la zona a precio interesante, aunque no sea especialmente barato. Algo más de simpatía en el personal no estaría mal, pero la masificación y el éxito son malas compañías (ya es la tercera vez que lo digo en este post) a esos efectos. Buenos postres y bodega algo clásica, con un toque regional, que da buen resultado. Es un restaurante familiar, para familias, para comer y para cenar, cuyo principal handicap es que está en “el quinto pino”. Tienen otro local en el centro de Cartagena, junto a la emblemática escultura del Icue. Paro poco por allí y hace mucho que no voy al de Tallante. Me apetecería volver a ver como sigue aquello.

Malvasía (Playa Honda)

Tengo suerte con el Malvasía. Cada vez que voy, me invitan. La primera vez fui con mis amigos El Señor de Cuenca y Rosa Palo y no me lo esperaba. Creo que ninguno de los comensales lo esperábamos. Hace ya un cierto tiempo de aquello y no recuerdo casi nada de lo que comimos y bebimos. Solo recuerdo un estupendo rato y un alborozo interior cuando llegó el momento de pagar y nos dijeron, “están ustedes invitados por Don G. Gracias Don G. Le debo a usted una o varias, pero nunca nos hemos puesto a tiro. Es más desde este fin de semana, le debo a usted otra más. La segunda vez, la segunda visita, ha sido este fin de semana. Mi amigo Chencho cumplía los 50 y reunió allí a un grupo de amigos del que me emocionó formar parte. Ya no se hacen amigos tan fácilmente a los 50 (Chencho y yo somos de la misma quinta), ni tan buena gente como lo es mi amigo Chencho. Fuimos citados a las 21:12, hora exacta de su nacimiento 50 años antes, y tras irnos recibiendo y conociendo sus distintos sectores de amigos con una cerveza o copa de cava en la mano y algunas viandas de las buenas, pasamos a la mesa. Nos anunció Pedro Montiel, el propietario, que haríamos cinco tiempos y postre. Luego hubo un par más totalmente improvisados.

  • Primer tiempo: Lomo de sardina ahumada con puerto y lágrimas de pimiento de Perú.
  • Segundo tiempo: Chips de manzana deshidratada con canela, azúcar, foie y perlas de tomate.
  • Tercer tiempo: Taco de salmón con mango y yuzu.
  • Cuarto tiempo: Carpaccio de alcachofas con trufa negra y lascas de gouda.
  • Quinto tiempo: Bacalao al horno con su brandada y cebollitas caramelizadas. ¡Dios mío como estaban esas cebollas¡
  • Tiempo extra: Chuleta de cerdo ibérica a la brasa con chips de patata agria y tartufo. Algunos ya se encontraban desfondados a estas alturas y otros (¿verdadSele?) tuvimos que emplearnos a fondo.
  • Postre: Tarta fina de manzana con vainilla deTahití.
  • Postre extra: Tarta de cumpleaños.

Especiales fueron las palabras a modo de trovo que le dedico Yolanda, su amiga desde los 17 años. ¡Brava¡ Luego charla y una copa. Poco más pude hacer puesto que la noche previa acompañé a otro cincuentañero en su tránsito a la cincuentena y mis fuerzas estaban algo justas. Pronto contaremos la historia de El Jardín de la Estación y el Hotel del polígono de Lorquí

Y dos restaurantes en La Unión

Casa Cegarra (Portmán)

En Portmán (de Portus Magnus y con acento en la a), a donde se puede llegar a pie por la antigua calzada romana sin demasiado esfuerzo o en coche, recorriendo la sierra minera, se encuentra Casa Cegarra. La bahía de Portman castigada por años de acumulación de estériles minerales y en fase (por fin) de (espectacular) recuperación, es un paraje sorprendente que bien merece una visita, y si ésta termina (o comienza) con un caldero en Casa Cegarra, mejor que mejor, porque en Casa Cegarra hay que comer caldero, o caldero y lo que quieras, o lo que quieras y caldero, pero el caldero es absolutamente imprescindible en en esta casa. El local, con comedor interior y terraza exterior, está a años luz del antiguo pero también sencillo y sin pretensiones y está bien atendido. Puede que Casa Cegarra no tenga el “glamour” de Cabo de Palos (la Tana, el Miramar, el Mosqui…) pero muchos dicen que hacen el mejor caldero del mundo. Para mi, si no es el mejor, ¡poco le falta¡

La Farola (Portmán)

Dos siglos y medio para que, por fin, llegara un espectacular gallo pedro con patatas fritas y pimientos. Hasta entonces, cerveza y pan. Lo siento, pero no me compensa. Al Cubano no vuelvo. Lo juro, no puede hacerse esperar tanto al personal, por mucho que uno tenga buen género y lo prepare mejor todavía. Amigo, hay que ampliar plantilla o poner menos mesas, de lo contrario está usted tomándonos el pelo. Un problema habitual, por otra parte, en la gastronomía española …

Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario




 

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