verano en la península de istria

Península de Istria (Croacia), verano de 2019

He tardado un año y medio en poner en limpio las notas de nuestro viaje a la península de Istria en el verano de 2019, así que creo que va a resultar un tanto desordenada su lectura. Aún así espero que sean útiles a quienes tengan propósito de conocer la bella península croata que se encuentra a un paso de Italia, Eslovenia y Bosnia. Lástima no haber aprovechado la primera o la última noche para visitar de nuevo Venecia porque el aeropuerto de Trieste (al que llegamos vía Valencia regresando desde allí mismo) está muy cerca de la ciudad de los canales.

Croacia me pareció un país no tan caro como España, Italia o Francia y no tan barato como Hungría o Bulgaria. Tal vez podría estar en la línea de Portugal. Ya veremos lo que pasa cuando llegue allí el euro en pocos años.

Istria me ha parecido un sitio muy turístico pero no de turismo masivo. Por poner un ejemplo, podías cenar o comer en cualquier sitio que te propusieras sin problemas, ni reservas. Una cosa que me preocupaba era la de aparcar el coche en las diferentes poblaciones que visitáramos, pero lo tienen perfectamente organizado pues o bien hay parkings o bien hay zonas horarias con distintos precios según estén más o menos alejadas del centro. Incluso en las playas los parkings funcionan a la perfección y sus precios resultan razonables. Hemos utilizado un coche de alquiler que reservé con bastante antelación a través de El Corte Inglés. No tenía claro el asunto de los seguros en las webs de las propias compañías de alquiler así que acabé yéndome a El Corte Inglés de mi ciudad con la sorpresa de que me ofertaron el mejor precio que había visto hasta ese momento y además con gran diferencia. El coche fue un Ford Cougar en el cupimos perfectamente los cinco (mi mujer, mi hijo y mis sobrinas Amparo y Marta) con nuestras cuatro maletas pero que me estuvo dando aviso de falta de presión de la ruedas (a pesar de que las revisé) durante todo el tiempo del viaje. Además nos dio un susto uno de los últimos días por el no reconocimiento de la llave magnética. Por lo que pude ver en Internet se trata de un un problema frecuente en este vehículo.

Lo de la famosa viñeta para las autopistas lo pude resolver en Trieste en un estanco y, francamente, me pareció un timo puesto que para llegar desde Trieste a Istria el tramo que coges de autopista es muy corto y creo que es difícil que te puedan multar en él. Así que solo lo hemos aprovechado para ir a ir la capital del Eslovenia y poco más. No queda otro remedio que sacarlo, pero como no te muevas el gasto puede ser relevante en el presupuesto del viaje.

Alojamiento

La noche de nuestra llegada escogí, dado que el vuelo llegaba tarde y nos arriesgábamos a no cenar (con lo que a mi me gusta la primera noche de los viajes), el Hotel Major junto al aeropuerto de Trieste. Puede que, como ya he dicho, fuera uno de los errores del viaje no haber optado por irnos a Trieste. Podríamos haber visitado la ciudad más tiempo al día siguiente y hasta hubiera sido viable haber reservado una noche a la vuelta para acercarnos a Venecia. Gran fallo técnico para un minucioso organizador de viajes como soy yo.

Hemos volado a la ida y a la vuelta con Ryanair sin ninguna incidencia reseñable. A la vuelta en Valencia (también regresábamos tarde para coger el coche de vuelta a casa) nos hemos alojado en el Hotel Renasa, un habitual en nuestras visitas a la ciudad que merece que le dedique alguna entrada propia en el blog algún día.

La cena de la primera noche acabó siendo en un McDonalds tras haberlo intentado en una pizzería recomendada que estaba cerrada aquella noche. Estábamos tan contentos que el rato fue estupendo.

El alojamiento principal fue en Trget casi en la punta de la península de Istria y en el interior de un bellísimo estuario. Utilice para conseguirlo la app de Airbnb que ya he utilizado en otras ocasiones y la casa resultó tan espectacular como se preveía. Se trataba de una chalecito en lo alto del pequeño pueblecillo con vistas al maravilloso estuario. Con su piscina y demás instalaciones completamente nuevas y en perfecto estado fue una gran elección aunque resultó cara, entre otras cosas, gracias a las altas comisiones de Airbnb. La casa no fue ni más ni menos que lo que esperábamos de ella. Cero sorpresas con el alojamiento.

Actividades

Fuera de lo habitual en nuestros viajes ha estado el alquiler de una pequeña embarcación que no requería licencia en el puerto de Rabat. También en Rabat los jóvenes estuvieron haciendo uso de los hinchables. En Porec, de nuevo los jóvenes, vivieron la experiencia del parasailing. Yo no sé si me hubiera atrevido. El rent a boat lo hicimos con Nina y el precio fue razonable para una media jornada algo accidentada por las condiciones del mar y el viento que nos hicieron pasar un cierto nerviosismo y algo de miedo. Finalmente no hubo más remedio que quedarnos en las proximidades del puerto porque no teníamos ganas de pasar un mal rato alejándonos Adriático adentro.

Robin

Aunque creo que no es el único ni el que más, Robin es un pueblo con muchos artistas y ateliers. Allí comimos en un restaurante llamado Puntulina. Había muchísimos sitios donde comer pero tras dar dos vueltas al pueblo este fue el que más nos gustó. Está justo al borde del agua. Desde la terraza donde estaba situado veía a los bañistas tomando el sol en los pequeños acantilados. Es un sitio muy agradable y muy bien atendido en el que comimos muy bien y variado porque disfrutamos del pulpo (¡lo tenían a la gallega!), el tartar de atún, de la pasta y de un buen solomillo. Además compartimos algunos postres y curiosamente entre ellos la crema catalana. Lo cierto es que la comida croata es similar a la italiana y, por tanto, no está muy alejada de la nuestra. Tras un Aperol para empezar, bebimos una botella de vino de uva malvasía (lo hay dulce y seco) que generalmente es muy rico y bastante asequible de precio.

Rijeka

En Rijeka optamos por el Bistró Pizzería Maslina. De nuevo acertamos. Disponía de una terraza refrescada por pulverizadores de agua pero hacía demasiado calor, así que optamos por situarnos en el interior decorado con maderas y colores claros. Hubo pizza, hubo pasta, hubo un buen plato de carne de cerdo con verduras para mí, un par de aperoles y disfrutamos de un buen servicio y un buen precio.

Trieste

Las últimas horas del viaje las apuramos de nuevo en Trieste. Recalamos en un japonés tipo buffet libre llamado Sakura. Llevábamos bastantes días intentando satisfacer nuestra ganas de comer sushi y encontramos este sitio que tenía la particularidad de que te dejaban pedir todo lo que quisieras si bien solo te dejan pedirlo de una tacada. Todo lo que quieras pero pedido ab initio. El precio no llegaba a 12 € sin bebida y la verdad es que la cosa resultó bastante aceptable. En Trieste es imprescindible la subida a la catedral de San Justo, mi santo patrón. Allí se encuentra una estatua del mártir que fue tirado al agua por sus paisanos en la bahía de la ciudad con una piedra atada al cuello (que majos …). Si comienza uno la visita a la ciudad por la fortaleza del castillo habrá efectuado el esfuerzo físico fundamental pues ya se le quedará la bajada y la visita a la ciudad plana.

Ljubljana

En Ljubljana dispusimos mi mujer y yo de un buen rato en solitario para ir a visitar el magnífico castillo. Cogimos el funicular en viaje de ida aunque hay distintas alternativas para efectuar la visita. Desde el castillo hay unas estupendas vistas. A la vuelta regresamos a pie hacia el centro en el que nos esperaban nuestros chavales. Me habían recomendado mucho la visita a Ljubljana y ahora yo también la recomiendo. Fuimos en un día algo nublado pero no llegó a llover. Había bastante gente y como en toda la zona escasos españoles, cosa que se agradece cuando uno quiere escapar de la rutina por unos días. En Ljubljana hicimos una de las mejores comidas del viaje. Quizá fue la gastronómicamente más singular y la que tal vez nos proporcionó platos más alejados de la habitual forma de comer en España. Como en la cercana Italia, los helados croatas merecen que nos metamos unas cuantas calorías y azúcares en el cuerpo para disfrutarlos. Para organizar la visita a Ljubljana conviene situarse en el último de los puentes, recorrer el río Ljubljanica por cualquiera de sus dos márgenes regresando por el otro y posteriormente irse alejando a las zonas que no tienen tanto interés pero que están muy cerca de las orillas del río.

Tgret

En Tgret cenamos dos veces una en el konova “Nando” y otra en el konova “Martín Pescador”. Ambos nos gustaron mucho. El Nando es más caro que el Martín Pescador pero en Nando comimos más abundantemente. En los dos fuimos atendidos con eficacia y enorme simpatía. En Nando compartimos unos entrantes de pescado muy ricos y un principal de pescado que se llamaba Ernest Hemingway. Los chavales optaron por pastas y risottos y para los postres tomamos “Chrispis” o algo así y pannacota. El vino fue un malvasía que nos recomendaron. En el Martín Pescador,  compartimos un rape de un kilo, frito pero sin cabeza, cigalas y mejillones a la buzzara. Las cigalas eran a la parrilla y con ajo. El vino fue de la frasca, rico y fresco.

Porec

Nuestra última noche en Istria nos supuso un pequeño dilema. Mientras que mi mujer quería ir a cenar a Barban un pueblo que estaba en fiestas y celebra una centenaria fiesta con caballos, yo me inclinaba por cenar en la ciudad de Porec en la que habíamos pasado buena parte del día. Gané yo y acabamos cenando en una pizzería llamada Marconi. Buen restaurante con pizzas en horno de leña, carnes, pastas y pescados. Era un sitio enorme que disponía de espacio interior y de varias terrazas. A nosotros nos situaron en una muy agradable y estuvimos bien atendidos pero mi cordón bleu y el plato de pescado me dejaron más bien insatisfecho. No creo que el sitio fuera malo pero los cuerpos estaban ya algo castigados al final del viaje. Seguramente hubiera sido mejor pedir un plato de carne que tenía muy buena pinta y mas aún habernos ido a Barban.

Pula

Pula es una preciosa ciudad en la que destacan el Arco de los Sergios, la Puerta de Augusto y el precioso Coliseo.

El concepto de de playa en Istria y tal vez en todo el Adriático nada tiene que ver con el concepto de playa española. Las playas allí no tienen arena (o hay muy pocas playas con arena) y son playas de piedras o simplemente rocas en acantilados de mejor o peor acceso. Creo que hemos ido seis días a la playa y de los seis solamente en uno diría que me encontraba en una playa de las de las fotos o cercana a la de las fotos. Una cosa absolutamente indispensable para viajar al Adriático, por lo menos en esta zona son los escarpines, y ojo dónde pisáis para no pegarte un costalazo gracias a las algas.

En general hemos hecho una visita bastante completa a la península. La costa oriental es menos bonita que la occidental. En la oriental visitamos Rijeka que propiamente ya no pertenece a Istria y también Opatija que es una localidad señorial con mucho palacete y un turismo de calidad, restaurantes elegantes y gente de postín. A lo largo de toda la costa que se divisa perfectamente desde la carretera fuimos pasando por distintas localidades de veraneo sumamente agradables entre ellas especialmente Ravac que está cerca de Labin que a su vez está muy, muy cerca de Trget.

Mientras Rabac es un sitio playero y vacacional, Labin es un pueblecito que merece una visita y una cena en la Pizzería Napoli (o Nápoles) que nos quedó pendiente y que resultaba a la vista exterior muy agradable. Justo enfrente de la Napoli, hay un restaurante que también podría ser bastante interesante. Visitamos Labin de noche cuando no había nadie y resultó muy atractivo y misterioso. Nos quedó pendiente visitarlo de día.

Desde Trget bajamos hasta el extremo del estuario en el que se encuentra y allí nos bañamos junto a una fábrica de cemento en una playa que creo que se llamaba Koromacho o algo así. Allí pase un excelente rato esperando para que me prepararán la comida para llevar a la playa mientras tomaba unas cervezas. Por cierto, todas las cervezas croatas me parecieron estupendas.

Las comunicaciones en Istria son algo complicadas en la parte occidental. Hay una autopista de peaje que facilita los movimientos pero fuera de esa autopista y de algún otro tramo de buena carretera, moverse no resulta nada fácil. Las gasolineras son frecuentes.

Por lo demás, en Trieste compramos un cuadro precioso pintado sobre alas de mariposa; nos desesperamos pasando la frontera de Eslovenia a Croacia y sobre todo de Croacia a Eslovenia (cuidado con los vuelos que te puedes quedar en tierra a la vuelta); nos pegamos buenos baños nocturnos en la piscina de la casa; disfrutamos de las playas del estuario alguna tarde; visitamos unos túneles de la II Guerra Mundial en Rikeja en donde hay una preciosa torre inclinada y fuimos de compras al mercado de Labin donde nos hicimos con vieiras, cigalas, mejillones y panceta.

En Istria no se observa ningún resto de la guerra de los Balcanes, aunque no tengo ni idea de lo que pasó por allí.

Todo salió fantástico en este Istria-2019 y aun más visto ahora en 2021 y tras año y medio sin poder ir a ninguna parte. Esperemos poder viajar pronto de nuevo porque yo en estas circunstancias no voy a hacerlo por el momento.

Por cierto, me quedé con muchísimas ganas de ir a Zagreb pero con aquellas carreteras no me atreví a tan largo viaje.

De la música de los jóvenes en el coche, ya les cuento otro día.

Otras entradas sobre el viaje

Vacaciones en la península de Istria (Croacia) 

Ljubljana, Zagreb, la costa eslovena y algo más de Istria 

Un par de días en Trieste 

Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario




 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.