nada antes que opositar

“No sé a cual de los dos le hace más falta leerse tu “Nada antes que opositar”, si a mi padre o a mi”

 

 

Aprovechando, por una parte, el elogioso artículo sobre mi libro y mi persona (gracias infinitas, José Ramón) en el blog del magistrado José Ramón Chaves titulado “Diario de un opositor a notarías” sobre mi “Nada antes que opositar (Nihil prius oppositio)” en el que destaca las continuas referencias a quienes mas me ayudaron durante la oposición y, por otra, gracias a la la divertida referencia que hizo uno de los muchos opositores con los que me trato e intento ayudar quien me dijo: “No sé a cual de los dos le hace más falta leerse tu “Nada antes que opositar” si a mi padre o a mi”, me puse a pensar en cuántas ocasiones aparecían mis padres en el libro.

Este post es el resultado de esas averiguaciones y una nueva recomendación de mi libro por mi parte aunque en este caso se concrete esa recomendación a quienes comparten el día a día del opositor y constituyen uno de sus escasos apoyos. Ya lo dijo otro de mis esforzados amigos opositores: “Hombreee. Tu libro es muy interesante para un opositor y para los que están cerca de él. Se pueden extraer multitud de buenos consejos. Yo me lo leí en dos días y en muchos momentos me vi reflejado en el personaje de la historia (en ti)”.

Para los que no lleguen a mi abrazo final, aquí tienen el enlace para comprar en Basconfer. Si alguien lo desea dedicado que me escriba a justitonotario@hotmail.com

 

Mis padres en “Nada antes que opositar (Nihil prius oppositio)”

 

Sin duda, los padres también deberían leerse mi libro (y estoy seguro de que muchos lo han hecho). Hablo mucho de mis padres en el libro. Fueron fundamentales en mi proceso para decidir querer ser Notario, para intentarlo y perseguir la meta como un loco, y para conseguirlo.

Mi padre aparece 139 veces en el libro. Mi madre, en cambio, solo lo hace 27 veces. Teniendo en cuenta que mi padre era Notario es normal que lo cite mas veces, pero mejor no se lo diré a mi madre porque seguro que se mosquea puesto que ella fue la sufridora number one de mi larga oposición empatada con mi novia que aun opositando se convirtió en mi mujer. Los dos juntos, mis padres, se anotan 23 menciones mas.

La primera mención a mi padre (sin contar las dedicatorias), ya aparece en la página 1 del libro:

“He utilizado el por mí y ante mí para otorgar algún poder, para hacerme testamento varias veces y para otorgar y autorizarme varias actas de este tipo. Después de aquella acta vinieron otras tres. La segunda la otorgué y autoricé, a modo de despedida, cuando me marché de mi primera notaría; la tercera, a modo de homenaje, cuando mi padre se jubiló y la cuarta, de nuevo de despedida, cuando dejé mi segundo destino. Todo parece indicar que la quinta llegará cuando me marche de mi actual notaría”.

El primer madre, sin contar las dedicatorias, hace acto de presencia en la página 20 pero no está dedicado a la mía sino a la Madre Maravillas de Jesús a quien desesperado le eché unos cuantos rezos en los últimos años de estudio:

“Después de mi primer y único suspenso en el segundo ejercicio de mi primera convocatoria, acabé en el psicólogo. Lo cierto es que estaba realmente mal siendo mis lecturas de referencia en aquella época Séneca y Ramón Sampedro (sí, Ramón, el de «Mar adentro», no José Luis, el de «La sonrisa etrusca»). Sin duda había tocado fondo y Mac ya no sabía qué decirme, ni qué hacer conmigo. Su artillería de frases («los árboles no te dejan ver el bosque», «esta no era tu oposición», «esto es una carrera de fondo» o «tú eres tu único enemigo») no me servían para nada, así que, aconsejado por mi padre, que tampoco sabía ya qué hacer conmigo, di, a regañadientes con mis huesos en el psicólogo. El Agua de Lourdes no había llegado a tomarla, aún no conocía a la Madre Maravillas de Jesús y la química me daba mucho miedo, así que no me quedaba otro remedio: tenía que ir al psicólogo o pensar en dejar la oposición”.

Mi madre tiene que esperar a la página 26 para aparecer por vez primera:

“Cuando a mí me preguntaban si tenía inconveniente en que entraran a presenciar mis exámenes, contestaba que no, pero que, por favor, no se sentaran en las primeras filas. Ni mi madre (que siempre me acompañó), ni mi mujer presenciaron mis exámenes. Yo tampoco quería que ellas entraran y, en realidad, ninguna de las dos quiso nunca hacerlo. Los que se ponen demasiado nerviosos es mejor que se queden fuera y no presencien la actuación de su acompañado. Sí que entraron mi hermano mayor, en una ocasión, y mi preparador, en esa misma ocasión y en otra más a la que ya no asistió mi hermano. Mi sensación, veinticinco años después de aquello, es la de haberme sentido reconfortado por la presencia de mi hermano y por la de mi preparador en el difícil trance del examen”.

Curiosamente no es hasta la página 5o cuando mis padres aparecen juntos por primera vez. Lástima que fuera para hablar de su divorcio:

“Y si yo no hubiera ido a primera vuelta del primero como mi amigo? Tal vez con unos meses más de preparación podría haber conseguido una buena nota y con ella una reserva para la siguiente convocatoria, en vez de una nota próxima a la mínima como la que obtuve; después, como mi amigo, podría haber preparado el segundo lo mejor posible en el tiempo de que dispusiera, no presentarme a registros y presentarme a las siguientes de notarías directamente en el segundo, gracias a la reserva de nota del primero que con más tiempo hubiera podido conseguir o, tal vez, sin la reserva pero también sin el peso de un suspenso riguroso en el segundo en una convocatoria con pocas plazas que me dejó inseguro, apocado, vacilante y un poco desquiciado. También es cierto que, haciendo lo que realmente hice, hubiera podido desfondarme tras suspender el segundo a causa del esfuerzo de preparar un primero con prisas para llegar al primer llamamiento y un segundo al que aún le faltaba mucho para estar en condiciones de aprobar. Tal vez fue eso lo que me pasó o ¿tal vez me influyó más de lo que pienso el divorcio de mis padres que comenzó a fraguarse en aquella época?

Mi padre hace mutis por el foro antes que mi madre. Lo hace en la página 144: 

“En 1962 mi padre ingresó en el notariado. En ese momento, en el anuario había 1.360 notarios. El último del escalafón se jubiló en el año 2006. La promoción de mi padre estaba compuesta por tan solo 30 miembros. Diez años después, en 1972, el número de notarios era muy similar al de diez años antes. Entonces eran 1.391. El último en el escalafón se jubiló en el año 2011 y la promoción que ingresó la integraban 50 compañeros”.

Mi madre aun aparece en el último capítulo (pagina 153) del libro:

“El opositor no viste de luces, pero sí tiene una suerte de uniforme; trajes y corbatas de tonos oscuros, con camisas blancas o azules (nada que resalte demasiado) para los hombres y trajes de chaqueta también oscuros con faldas más bien largas para las mujeres. En este juego no hay cuadrilla o tal vez sí que la hay (los acompañantes) aunque desempeña un papel más intrascendente que el de los picadores y los banderilleros, porque estos quitan fuerza al toro y los acompañantes no se la restan al tribunal y solo se la dan al opositor. Tampoco le restan fuerza al tribunal ni el apoderado, que es el preparador (aunque el preparador no cobre), ni el mozo de espadas, que sería el acompañante que más conoce al opositor y su sufrimiento (que suele ser la pareja o la madre); el mozo de espadas es el que sufre el día a día del opositor antes de llegar a la plaza. El apoderado y el mozo de espadas son los acompañantes permanentes del opositor en su devenir de meses y años y solo le dejan cuando el opositor entra en el ruedo que es la sala de examen, aunque el preparador suele permanecer en la barrera o en el burladero presenciando la faena de su discípulo en la plaza. Los compañeros de terna son los otros opositores que nos hacen buenos o malos a los demás con sus actuaciones y que también llevan sus propias cuadrillas, apoderados y mozos de espadas. ¡Qué mal te viene salir después de un opositor que ha actuado brillantemente o qué bien detrás de uno que no lo ha hecho¡ Público, el respetable, también tenemos, pues públicos son los exámenes a los que puede asistir cualquiera, sin pasar por taquilla, ni pagar entrada, aunque nunca se cuelga el cartel de no hay billetes. Algunos opositores tienen verdadero pánico al público. La mayoría prefiere saltar al ruedo con las gradas vacías. Solo tu apoderado y tu mozo de espadas, si están presentes durante la faena, son capaces de investirte de calma y hacerte huir del miedo que te generan los miembros del tribunal y los propios temas”.

En conjunto, mis padres se despiden en la 131:

“Por otra parte, yo saqué trece notables y doce aprobados en la carrera y ¿qué pasa?, ¿alguien se cree más listo o capaz que yo de ser notario por atesorar veinticinco matrículas de honor?, ¿piensa que con ese expediente académico tiene seguro conseguirlo?, ¿no cree que hagan falta más cualidades?, ¿tener un padre notario me incapacitaba para hacer notarías o me limitaba el tiempo que yo podía emplear en ello? o, ¿tiene el que saca veinticinco matrículas más merecimientos que yo? Una cosa sería defender la igualdad de oportunidades, que es en lo que yo creo, y otra cosa es considerar injusto mi esfuerzo y el de mis padres y abuelos. Lamento que alguien no tenga las mismas oportunidades que yo he tenido, pero eso no justifica en absoluto cierta clase de razonamientos. Si mi hijo intentara ser notario, ¿estaría también cometiéndose una injusticia? ¿Animo a mi hijo a que desaproveche su potencial y sus oportunidades? Yo no tuve problemas con la memorización. Si por memorizar hubiera sido, creo que habría aprobado mucho antes, pero no se me dieron tan bien las cosas cuando me enfrenté al raciocinio del tercer ejercicio. ¿Qué tenía entonces que haber hecho yo? ¿renunciar a las oposiciones para dejar sitio a otro más apto? o ¿decirles a mis padres «Papá, Mamá, me voy a dejar las oposiciones, porque si apruebo le voy a quitar la plaza a algún otro chico que tal vez haya sacado todo matrículas y se lo merezca más que yo»?”

 

Tal vez a alguno, y hasta algún padre o madre, les ayude a comprender y ayudar y hasta a no cometer los errores que nosotros pudimos cometer en el largo proceso.

Como alternativa a la Madre Maravillas, a la que nunca olvidaré, me han hablado de Hakuna Opositores. Que cada uno viva su Fe (incluida la que las oposiciones requieren) como le parezca oportuno.

 

Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario




 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.